Era Nochebuena, y los padres de Manuel le dieron todos los
adornos del árbol de Navidad. A lo largo de la tarde el pequeño los fue
colocando donde iba pudiendo, o más bien, hasta donde iba alcanzando. Manuel no
podía andar, y para ir de un sitio a otro lo hacía con una cosa parecida a un
tacatá.
Manuel tenía tres años, y una enfermedad rara le impedía ser como
los demás niños. Fue adoptado por sus padres porque ellos no podían tener hijos.
Quisieron que precisamente Manuel fuera su
hijo por la paradoja de que a Manuel lo abandonaron sus padres
biológicos por haber venido con ese problema, cuando el problema que ellos
tenían era justamente no poder engendrar un hijo. Con su llegada, aquella
familia se llenó de gloria.
Puso hasta la mitad del árbol todas las bolas y los adornos
brillantes, pero para poder montar la estrella Manuel llamó a su madre.
-"Mamá, pon la estrella arriba del árbol, porque yo no llego". -La madre
le contestó: "Hijo, coloca la estrella lo más alto que tú llegues: tienes
que aprender que las cosas tienen mucho valor si las haces en cada momento lo mejor
que puedas. Para mí tú haces un milagro poniendo la estrella en la mitad del
árbol, y algún día podrás hacer otro colocándola en lo más alto". Aunque no
lo llegó a comprender del todo, Manuel confió, como siempre, en lo que su madre
le decía.
La siguiente Nochebuena fue algo distinta. Las bolas del
árbol estaban perfectamente y proporcionadamente colocadas, y en la punta del
árbol estaba la estrella. El pasillo ya no tenía esa mancha de suciedad a media
altura que Manuel iba dejando con sus manos, y todas las paredes estaban
pintadas de blanco. En la mesa estaba lista la cena, pero sobre el mantel había sólo
dos platos. Manuel este año no estaba.
Los padres de Manuel rezaron un poquito antes de cenar, y brindaron con agua para celebrar el milagro de que estaban esperando a un hijo que nacería con los primeros brotes de la primavera. Ellos quisieron ser felices porque Manuel, desde algún lugar, seguía haciendo las cosas lo mejor que podía en cada momento.
Los padres de Manuel rezaron un poquito antes de cenar, y brindaron con agua para celebrar el milagro de que estaban esperando a un hijo que nacería con los primeros brotes de la primavera. Ellos quisieron ser felices porque Manuel, desde algún lugar, seguía haciendo las cosas lo mejor que podía en cada momento.
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