jueves, 18 de diciembre de 2014

El Milagro de Manuel


        Era Nochebuena, y los padres de Manuel le dieron todos los adornos del árbol de Navidad. A lo largo de la tarde el pequeño los fue colocando donde iba pudiendo, o más bien, hasta donde iba alcanzando. Manuel no podía andar, y para ir de un sitio a otro lo hacía con una cosa parecida a un tacatá.

        Manuel tenía tres años, y una enfermedad rara le impedía ser como los demás niños. Fue adoptado por sus padres porque ellos no podían tener hijos. Quisieron que precisamente Manuel fuera su  hijo por la paradoja de que a Manuel lo abandonaron sus padres biológicos por haber venido con ese problema, cuando el problema que ellos tenían era justamente no poder engendrar un hijo. Con su llegada, aquella familia se llenó de gloria.

        Puso hasta la mitad del árbol todas las bolas y los adornos brillantes, pero para poder montar la estrella Manuel llamó a su madre. -"Mamá, pon la estrella arriba del árbol, porque yo no llego". -La madre le contestó: "Hijo, coloca la estrella lo más alto que tú llegues: tienes que aprender que las cosas tienen mucho valor si las haces en cada momento lo mejor que puedas. Para mí tú haces un milagro poniendo la estrella en la mitad del árbol, y algún día podrás hacer otro colocándola en lo más alto". Aunque no lo llegó a comprender del todo, Manuel confió, como siempre, en lo que su madre le decía.



        La siguiente Nochebuena fue algo distinta. Las bolas del árbol estaban perfectamente y proporcionadamente colocadas, y en la punta del árbol estaba la estrella. El pasillo ya no tenía esa mancha de suciedad a media altura que Manuel iba dejando con sus manos, y todas las paredes estaban pintadas de blanco. En la mesa estaba lista la cena, pero sobre el mantel había sólo dos platos. Manuel este año no estaba.

        Los padres de Manuel rezaron un poquito antes de cenar, y brindaron con agua para celebrar el milagro de que estaban esperando a un hijo que nacería con los primeros brotes de la primavera. Ellos quisieron ser felices porque Manuel, desde algún lugar, seguía haciendo las cosas lo mejor que podía en cada momento.

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