miércoles, 28 de diciembre de 2011

El octavo pecado capital, la Vergüenza

Se trata del profundo sentimiento que  experimento al comprobar en mi alrededor lo tremendamente alérgicos que somos a nuestra cultura. Me conmueve ver la falta de respeto a nuestras tradiciones, los atentados a nuestras costumbres y el doble rasero de nuestra "lógica" con la  que medimos su fundamento.
Debo decir que no quiero convertir mi blog en un cubo de basura donde vierto mis preocupaciones y mis desagrados con la sociedad. Lo que pasa es que uno de los motivos que tuve para crear mi blog fue mi indignación con muchos aspectos de mi entorno, y quizás me estoy liberando de ellos demasiado rápido.
Siento indignación cuando me doy cuenta de que los españoles, o ciertos españoles, mejor dicho, estamos adquiriendo malas costumbres. Precisamente una de esas malas costumbres es rehuir de las costumbres, valga la redundancia, de tantas y tantas tradiciones que son emblemas de nuestra cultura. Nos encontramos con que la gente, presumiendo de una laicidad desmesurada (como si España siempre hubiera sido laica, no legislativamente, sino culturalmente...) se escandaliza cuando se pone un Belén en el pasillo de un colegio. Asociaciones de padres desencantados, en uno de tantos arrebatos de protección de sus hijos (protección ante el peligroso y dañino Belén) se enfrentan a su pasado, el cual, en la mayoría de los casos quieren rescatar de las cenizas, pero, eso sí, sólo para unos pocos. Señores: esta tradición de poner el Belén trasciende a lo religioso. Me parece muy bien que se luche en contra de la tauromaquia, porque es manifiesto el daño que se causa a los animales (poco a poco, todo tiene su cauce) Vale, perfecto. Pero que alguien me diga si hay algún niño que pueda estar en peligro poniendo un Belén en el colegio, en las calles o en los comercios. Por favor, hay aquí abajo una casilla de comentarios donde todo el mundo puede dejar su opinión (sin tener que registrarse, por cierto) Que alguien me diga por qué cree que los belenes tienen que ser retirados de los colegios. Mejor dicho. Que alguien me diga por qué se tiene que retirar todo lo que huela a Cristo de nuestra educación. Los belenes son una tradición que está arraigada a nuestra cultura con la suficiente ancestralidad como para que se considere una hermosa costumbre popular nuestra. Pero la laicitis pseudocognitiva a la que, invidentes nosotros, nos zambuyimos sin mirar antes al fondo, nos empuja a dar un puñetazo encima de la mesa y derribar ovejas, pastores, ángeles y lavanderas, a Magos con camellos que se dirigen a honrar a un Niño y a su Sagrada Familia, y ya de paso derribar también a esa Sagrada Familia ¿Os dais cuenta del tremendo error en el que nos sumergimos? ¿Os dais cuenta del caos al que nos dirigimos si tenemos que legislar todas nuestras tradiciones, o definir tan escrupulosamente, negro sobre blanco, cualquier tipo de relación entre nuestro lenguaje, nuestras costumbres, nuestro día a día, y lo "correcto"?
No hay que creer en Cristo, o no hay que estar de acuerdo con el Vaticano para dejarse invadir por un sentimiento cuyo origen radica en la creencia de que el nacimiento de un niño va a ayudar a traer la paz al mundo. Si está mal imponer el Cristianismo, ¿también está mal imponer el laicismo? O mejor dicho, ¿un laicismo radical? Es sólo un ejemplo. Definamos, pues, lo que es laicidad. Según nuestras enciclopedias, "laicismo" significa la separación de una confesión religiosa de la organización de una sociedad. No he visto ninguna definición que diga que laicismo es oponerse a la religión, desear que se cierren las iglesias, exigir que los curas empleen guantes de látex para dar la comunión, suprimir imágenes cristianas de las calles, incentivar el tabú "Cristo" en nuestra educación, evitar que 2 millones de jóvenes se junten a rezar, reír y compartir, y tampoco conozco ningún país laico que comparta la idea de laicismo que hay en nuestro país (excepto Francia, cuya amiga mía asegura que a los funcionarios públicos les obligan a ocultar símbolos religiosos cuando trabajan, como una cruz colgada de una cadena. Bochornoso)
También siento vergüenza cuando veo al sector que presume llamarse "progre" sentir aprensión por ser español. Nunca he visto como ahora a tanta gente a la que le gustaría no serlo. Huyen de la bandera española, huyen de nuestro sistema político, huyen del pueblo, de la ciudad. Huyen de la familia, se avergüenzan de sus lazos familiares, y usar costumbres de antaño es visto como algo entre lo morboso y lo absurdo. No es moderno ir a misa, ni tampoco lo es cantar villancicos. Joaquín Sabina, el más progresista de entre los progresistas dice en una de sus canciones que "el portal de Belén es un zulo virtual, donde en vez de turrón se come un marrón [...]" y eso es ser moderno. La gente adopta esa actitud, se mira al espejo y se dice "...pero qué moderno que soy, qué moderna es mi actitud, qué genuina es mi forma de pensar, qué integrado estoy en la sociedad progresista que piensa mucho y conoce tantísimas cosas, y qué poca fe tengo en lo que no puedo ver ni comprobar. Me voy a Sol a quejarme de algo y así entro en contacto con el resto de mis amigos progresistas, nos regocijamos de lo modernos que somos, fumamos tabaco de liar (dentro de poco dejará de ser moderno porque ya hay mucha gente que fuma tabaco de liar), nos enrollamos con alguien que también sea moderno, republicano, a ser posible, aunque no sepa por qué, y hablamos de irnos en verano a Senegal con una ONG, porque allí hay muchos pobres y necesitan que modernos de un país donde no hay pobres (al menos materialmente) vayan a enseñarles a ponerse un condón y a hablarles de lo malas que son las multinacionales, nos hacemos fotos impactantes con nuestra réflex Canon 60D y las publicamos en nuestro blog de denuncia social mediante nuestro Mac Book. Si pueden salir niños pequeños en las fotos mejor, o militares, o ruinas con un galgo desenfocado, que es muy moderno (la foto inclinada, eso sí)" Siento vergüenza, lo reconozco.
Se prohibe piropear a las chicas, mucho más en el trabajo. En el Congreso existen traductores para todas las lenguas de España porque muchos diputados no quieren hablar español porque no se sienten españoles. Me da vergüenza. Algunos que se hacen llamar "políticos" (por cierto, cobran por ello) pretenden cambiar la historia. Alientan el odio entre las personas por su condición religiosa, por sus tendencias políticas y hasta por la forma de vestir. La gente muerde el anzuelo y sigue a rajatabla esas pautas disuasorias, esas semilla envenenada que germina en la gente fértil y frágil y no en las manos del sembrador. Vocear y quejarse por todo es deporte nacional. La gente propone cosas que se oponen con lo que tienen, pero cuando se aplican las cosas que proponen se protesta, la gente emite juicios (casi siempre de la misma forma que yo, desde las redes sociales y el blog, internet, en general) y se culpabiliza a todo aquel que lleve corbata.
La gente se alimenta de los tópicos, de los rumores del falso periodismo y de las imposiciones que marcan los tipos que tienen el don de la palabra. La Navidad se celebra sólo una vez al año, y una vez al año debemos salir a la calle sin coches porque es "el día sin coches". Existe un "Día para la Mujer Trabajadora", un "Día para los Abuelos", un "Día de la Inmigración" y un "Día sin Tabaco", pero no existe un "Día sin Gilipollas", o un "Día del Sentido Común", o un "Día de Pensar" (bueno, existe una jornada de reflexión cada cuatro años, pero sólo sirve para ir a la Puerta del Sol a ligar) Si en algún rincón de internet salta una noticia que dice que ha habido un abuso de un cura, automáticamente se pone en movimiento un espectacular despliegue de maniobras de difusión que bien tiene la finalidad de desairar y desacreditar a la Iglesia más que la intención de conocer la verdad. Tanto es así que nunca se presta atención a las resoluciones judiciales, que en la inmensa mayoría de los casos se desestiman por falta de pruebas, por demostración de infamias o sencillamente por, en muchos casos, no existir ni siquiera el caso. Donald H. Steier es un periodista americano que ha elaborado un vasto informe de investigación en el cual se prueba la falsedad de las acusaciones que se vierten sobre la Iglesia. Pero el de la Canon y el Mac Book no conoce, no sabe, ignora. Todo el mundo nos creemos conocedores de la verdad, enterados de la vanguardia porque leemos. No es culto el que lee mucho, sino el que lee de todo. Así nos va...

jueves, 22 de diciembre de 2011